Las Islas Galápagos guardan uno de los mayores
tesoros de la humanidad y ofrecen a los visitantes una experiencia inolvidable.
Ideal para estas vacaciones.
A unos mil kilómetros de la costa de
Ecuador, perdidas en la inmensidad del mar, hay trece islas y algunos islotes y
rocas que constituyen el archipiélago de Galápagos, un escenario natural que
parece diseñado por algún artista que quiso recrear el mundo tal como era hace
200 millones de años.
Lleva el nombre de las tortugas que
asombraron a los españoles que lo descubrieron en el siglo XVI. A lo largo de
los siglos estas islas han sido habitadas y abandonadas en repetidas ocasiones,
a causa de su aislamiento y de la falta de agua dulce.
Sirvieron de refugio a piratas, a
cazadores de ballenas y pieles, a ermitaños y naturistas. En 1832 Ecuador las
anexó a su territorio y las rebautizó con nombres relativos al descubrimiento
de América. Hoy están habitadas cuatro de ellas por colonos que viven de la
pesca y del turismo principalmente.
Declaradas Parque Natural en 1959,
también son patrimonio de la humanidad. Dos entidades, el Servicio del Parque
Nacional Galápagos y la Estación Charles Darwin, se encargan de protegerlas.
Aunque la flora y la fauna recuerdan
épocas muy antiguas, en realidad las islas son unas recién nacidas en la escala
geológica. Las más antiguas surgieron hace unos tres millones de años, y las
más nuevas apenas tienen unos 500.000 años. Son de origen volcánico y no existe
ninguna evidencia de que hayan estado unidas al continente.
Se hallan localizadas en un extremo
de la placa de Nazca que limita con la de Cocos, de mucha actividad volcánica,
lo que explica su reciente formación y su inestabilidad. Allí convergen la
corriente de Humboldt, fría y rica en nutrientes, y las provenientes de
California y del centro del Pacífico, cálidas pero muy pobres.
Cuando estas últimas predominan sobre
la de Humboldt, cortan la llegada de alimentos a las aguas. Los vientos se
desvían hacia el este y se produce el fenómeno del Niño, que se manifiesta en
las islas con fuertes lluvias. Las aves terrestres, que se alimentan de
semillas y frutos, se benefician del esplendor de la naturaleza reverdecida.
Pero las especies que dependen del mar mueren de hambre y sus poblaciones
decrecen dramáticamente.
Las especies vegetales y animales que
llegaron a las islas, algunas volando y nadando, otras dispersadas por el
viento, otras más arrastradas por las corrientes marinas en troncos y balsas de
vegetación, tuvieron que conquistar un ambiente muy hostil.
Solo las que lograron adaptarse a las
condiciones del archipiélago prosperaron, siguiendo un camino evolutivo muy
distinto al de sus parientes del continente. Predomina la vegetación seca, de
matorrales y pequeños arbustos que pierden sus hojas en la estación seca, o se
valen de otros métodos para evitar la transpiración.
En el litoral y los bordes de las
lagunas saladas abundan especies como el mangle, capaces de filtrar las aguas
salobres, y en las zonas altas, donde se forman cinturones de nubes, existen
formaciones de bosque húmedo tropical.
En su viaje de varios años alrededor
del mundo a bordo del buque HMV Beagle, el naturalista inglés Charles Darwin
visitó las islas en 1835. El había hecho observaciones en distintos puntos de
Suramérica y descubrió en las Galápagos ejemplares de especies similares, pero
con algunas variaciones. Muchos años después, basado en sus observaciones allí,
pudo publicar su teoría sobre el origen de las especies por medio de la
selección natural.
EL PARAÍSO PERDIDO
Cada isla es única, especial. Sus
paisajes ofrecen escenarios misteriosos, dominados casi siempre por las rocas
de lava, que contrastan con playas de diferentes colores, acantilados donde
revientan con furia olas inmensas, lagunas y bahías escondidas, aguas de tonos
azules que van desde el agua marina hasta el índigo.
El visitante encuentra infinidad de
aves marinas que se pueden ver a muy pocos metros de distancia. Los piqueros de
patas azules, símbolo del archipiélago, anidan en zonas rocosas muy escarpadas
e incuban sus huevos con las patas.
Las fragatas sobrevuelan las costas,
mientras que la gaviota de Galápagos, endémica de la isla, espera la llegada de
la noche para salir de pesca. Es la única especie de gaviota nocturna del
mundo. Los albatros endémicos de la isla Española, entre diciembre y abril se
van a alta mar, a lo largo de la corriente de Humboldt, y regresan en mayo para
iniciar el apareamiento.
El resto del año se dedican a cuidar
los huevos y los polluelos, y retornan de nuevo al mar. Los jóvenes albatros
aprenden a volar y abandonan Española durante cinco años, y vuelven cuando
están en capacidad de conseguir pareja; nunca tocan tierra distinta a la de su
pequeña isla, y se alimentan de calamares que abundan a lo largo de la
corriente de Humboldt.
Otra ave formidable es el halcón de
Galápagos, que se alimenta de pequeños reptiles y cadáveres de lobos marinos.
Las aves pequeñas, como la paloma de cola bifurcada, el ostrero americano, el
cucube y los pinzones de Darwin aceptan a los visitantes sin huir. Este es tal
vez el mayor encanto de las islas: la ausencia de miedo de los animales hacia
las personas.
En Galápagos también habitan mamíferos
como el lobo marino de un pelo y el de dos pelos, este último también conocido
como foca peletera, muy perseguido por su fina piel. Los lobos marinos viven
agrupados en harenes, pelean por mantener a sus hembras, y deben vigilarlas muy
de cerca porque, al menor descuido, se pasan al harén de al lado. Los machos
que no logran reunir un harén se aíslan de la manada o se reúnen en grupos de
machos despechados.
La iguana de mar, adaptada para vivir
aferrada a las rocas, se alimenta de algas verdes y siempre busca el sol hasta
lograr una temperatura corporal adecuada. Cuando las aguas de la corriente de
Humboldt no llegan a las islas, se acaban las algas verdes, y muchas iguanas
mueren de hambre intentando comer algas rojas que no las alimentan.
En varias playas anidan tortugas
verdes. Pero la especie más extraordinaria es la gigantesca tortuga que le da
nombre a las islas. Cada una de estas tiene su variedad. Las más grandes tienen
caparazón en forma de cúpula y viven en las zonas húmedas, mientras que la de
las más pequeñas, que prefieren las zonas secas, semeja una montura.
PARAÍSO AMENAZADO
Al igual que muchas islas oceánicas
aisladas de los continentes, las Galápagos están pobladas por especies que
evolucionaron aisladamente, muchas de ellas sin competencia. Al entrar en
contacto con especies introducidas del continente, agresivas y eficientes por
haberse desarrollado en ecosistemas mucho más competidos y complejos, se ven en
serios problemas.
Desde insectos y hierbas hasta
mamíferos domésticos que escaparon y se enmontaron han provocado serios
desequilibrios en algunas de las islas. Medio millón de chivos devoran la
vegetación y erosionan los suelos. Las ratas acaban con los huevos y matan las
crías de muchos animales, entre ellos las tortugas Galápagos.
Los gatos, al igual que en la Isla
Gorgona en Colombia, se encuentran a sus anchas pues no tienen enemigos
naturales aunque cumplen con la positiva labor de controlar el crecimiento
desmedido de las poblaciones de ratas.
Pero el peor enemigo de las islas ha
sido el hombre. Además de llevar especies animales y vegetales del continente,
también ha sido responsable de otro tipo de destrucción, mucho más directa y
salvaje. Hoy apenas quedan unas 12.000 ó 15.000 tortugas galápagos en todo el
archipiélago. De ellas se extraía el aceite que durante siete años iluminó las
calles de Guayaquil a comienzos de siglo.
Los cazadores de ballenas capturaban
las tortugas y las llevaban en las bodegas de sus buques, ya que estos animales
pueden aguantar hasta un año sin comer y esto les permitía contar con carne
fresca durante las largas travesías. Se calcula que unas 200.000 tortugas
fueron masacradas en los últimos tres siglos.
El Servicio del Parque Nacional
Galápagos y la Estación Darwin adelantan dos programas prioritarios: protección
de especies amenazadas y exterminio de animales introducidos. Son programas muy
costosos, que se cumplen en condiciones muy adversas.
En algunas islas se han exterminado
los chivos, pero ha sido casi imposible acabar con las ratas. Por otra parte,
la cría de tortugas es muy demorada y costosa, pues comienzan a reproducirse
después de cumplir treinta o hasta cuarenta años de edad.
Por esa razón se les piden medidas
extremas a los visitantes, su cupo está limitado (se admiten máximo 60.000 al
año) y se les solicita, un poco poéticamente, que sólo dejen como rastro sus
huellas en la arena y que se lleven sus fotografías como único recuerdo de una
de las últimas fronteras del planeta.
Ir a las Galápagos no es
necesariamente una tarea exclusiva de aventureros, exploradores con equipos
sofisticados o estoicos naturalistas dispuestos a padecer durante meses los
rigores de un clima y una vegetación hostiles.
El Galápagos Explorer, el más rápido
y cómodo de los buques que operan en las islas, está en capacidad de llevar
cien pasajeros a varios de los lugares más exóticos, extraños y hermosos del
planeta. Es un hotel flotante que recorre varios de los puntos más importantes
del archipiélago en siete días.
La comida es excelente. Cuenta con diversos
tipos de camarotes, todos ellos muy confortables y limpios, una piscina en
popa, una amplia sala de conferencias, biblioteca, cómodas y seguras lanchas de
desembarco y, lo más importante, cinco guías, todos ellos graduados en biología
y entrenados en la Estación Darwin, quienes conocen varios idiomas y explican
con lujo de detalles la historia natural de las islas, su geología, los hábitos
de los animales y las relaciones entre ellos y su entorno.
El viaje consta de dos partes, lo que
permite realizar cruceros de tres noches y cuatro días, cinco días y cuatro
noches, o el crucero completo. Se llega en avión desde Quito y Guayaquil, y se
visitan lugares como la roca del León Dormido, frente a la isla de San
Cristóbal, o Chatham, donde es posible observar aves marinas y formaciones
volcánicas.
En Española, o Hood, se pasa por el
islote Gardner y se desembarca en la bahía Gardner, una extensa playa en la que
es posible ver, a muy pocos metros de distancia, lobos marinos, iguanas de lava
y cangrejos.
En Punta Suárez se lleva a cabo una
caminata que envidiaría el mismísimo Alfred Hitchcock, pues allí anidan aves de
gran tamaño que recuerdan su película Los pájaros y que ven pasar a los
caminantes mientras cuidan sus huevos o realizan sus hermosos y complicados
cortejos de apareamiento.
Al final del trayecto, antes de
emprender el regreso, se pasa por el Hoyo Soplador un espectáculo natural
impresionante enmarcado por los negros acantilados y las furiosas olas
impulsadas por la corriente de Humboldt.
En Punta Cormorant, de la isla de
Floreana o Charles, se encuentran los flamingos rosados y la playa donde ponen
sus huevos las tortugas verdes. Los amantes del buceo pueden deleitarse en las
aguas de la Corona del Diablo, un islote rocoso formado por un antiguo volcán
que hizo erupción.
En Puerto Ayora, la isla de Santa
Cruz o Indefatigable, los viajeros visitan los Gemelos, en la parte alta de la
isla, donde aprecian vegetación húmeda tropical, tortugas gigantes y túneles de
lava, y la Estación de Investigaciones Charles Darwin, donde se reproducen en
cautiverio las tortugas terrestres.
En Genovesa o Tower se encuentra la
Bahía Darwin, donde se observan más aves marinas, lobos marinos y bosques de
palo santo. En Isabela o Albemarle, la mayor isla del archipiélago, se visita
Tagus Cove, donde viven pingüinos de Galápagos.
En Fernandina o Narborough, la más
extraña y hostil de todas las islas, se visita Punta Espinosa y se aprecian
aves, lobos y tortugas marinas. En Puerto Egas, de la isla de Santiago o James,
se curiosean animales marinos y un cráter con un lago salado. Algunas veces se
desembarca en la pequeña isla de Rábida, o Jervis, famosa por su playa de arena
roja, sus aves marinas y sus flamingos.
Es un recorrido excepcional, de
interés para los amantes de la naturaleza, de la geología, de la vida en el
mar, o simplemente para aquellos que quieran descansar del estrés de las
ciudades y reencontrarse con su planeta tal como debió de haber sido hace un
millón de años.
Jorge el Solitario y sus amigos
En Femandina, las tortugas Galápagos
se extinguieron a causa de la actividad volcánica, que muy frecuentemente
borraba cualquier vestigio de vida vegetal. En Floreana y Santa Fe, en cambio,
se extinguieron por culpa del hombre. Sólo en las laderas de los volcanes de Isabela
y en las partes altas de Santa Cruz existen poblaciones estables. En las otras,
si acaso, sobreviven centenas o decenas de ellas en condiciones muy precarias.
El caso más patético, sin embargo, es
el de la isla Pinta, donde se creía que se habían extinguido, hasta que en 1972
apareció un ejemplar macho, al que se bautizó Jorge el Solitario. Nadie sabe
cuál es su edad. Fue llevado a la estación Darwin, donde convive con dos
hermosas hembras del volcán Wolff, en Isabela, pero hasta ahora no se ha podido
reproducir. Seguramente Jorge vivió muchos años solo y olvido, o nunca
aprendió, las artes del apareamiento.
Mejor suerte corrieron los dos machos
y once hembras sobrevivientes de Española. Al ser llevados al centro resultó
imposible cruzarlos, Sin embargo, otro macho de la isla, que vivía en el
zoológico de San Diego, California, resultó ser un artista, y muy pronto
aprendieron sus dos compañeros.
Hasta hoy se han repatriado a
Española unas 300 galapaguitas criadas en el centro. En la Estación Darwin también
viven tortugas provenientes de jardines de Guayaquil, Quito y otras ciudades.
Uno de los problemas que se evita en
la Estación Darwin es cruzar tortugas de distintas islas o de origen
desconocido, para no degenerar las variedades. El programa de cría de tortugas
en cautiverio es muy lento y costoso, pero poco a poco comienza a dar sus
frutos.
Revista diners (2019). Islas Galápagos, los secretos mejor guardados del
laboratorio de Darwin (Articulo). Recuperado de https://revistadiners.com.co/viajes/67582_islas-galapagos-los-secretos-mejor-guardados-del-laboratorio-de-darwin/

No hay comentarios:
Publicar un comentario