En Komodo, del archipiélago de Sonda en Indonesia,
viven los lagartos más grandes de la Tierra. Devoran búfalos, jabalíes y
ciervos. Son un enlace real con los saurios recreados por Spielberg. Diners
presenta algunas estampas de ese insospechado mundo de dragones.
Aunque parecen una leyenda o el fruto
de la fantasía, existen feroces dragones en el Asia Oriental. Habitan allí
desde la era de los dinosaurios, hace cien millones de años, y su especie
prosperó hasta nuestro siglo sin ser descubierta por el hombre.
Estos primos de los enormes
brontosaurios deben su nombre de dragones de Komodo al lugar donde fueron
vistos por primera vez: la isla de Komodo. También viven en Padar, en Rinja y
en una pequeña porción de Flores. Todas estas pertenecen al archipiélago de
Pequeñas Islas de la Sonda, en Indonesia, situadas al sur de la llamada línea
de Wallace, que separa la región oriental asiática de la zona australiana.
Los dragones son los lagartos más
grandes que existen sobre la Tierra. Se capturó uno de 3,10 metros de longitud
y 165,6 kilogramos de peso, pero se sabe que alcanzan hasta cuatro metros y más
de 200 kilogramos.
No respiran fuego ni tienen una gran
cresta; no obstante, su piel de color gris pardusco y de manchas circulares rojizas,
su enorme cola tan larga como su cuerpo ligeramente aplanado, sus cortas patas
fuertes y su larga lengua bífida y amarillenta que lanceta como la de un áspid,
los convierten en modelos de aquellos protagonistas de cuentos o fábulas
infantiles.
Son depredadores salvajes que atacan
a grandes presas. Las matan con un fuerte coletazo, para luego romperles la
nuca entre los dientes y despedazarlas. Fácilmente pueden devorar enormes
búfalos, jabalíes o ciervos.
También atrapan macacos, ratas,
serpientes y peces. Los más pequeños buscan nidos de tortugas o de aves, para
comer huevos o criaturas recién nacidas. En tiempos de escasez de alimento
llegan incluso a matarse entre ellos mismos y, además de ser hábiles cazadores,
son carroñeros.
Un excelente olfato y la gran
sensibilidad de su lengua les permite no sólo seguir el rastro a sus presas
sino detectar carne en descomposición para consumirla. Muchas horas después de
la salida del sol, cuando su sangre ha alcanzado una temperatura para suprema
actividad, inician la caza. Entonces desarrollan una velocidad sorprendente,
que contrasta con la pereza mostrada en la «siesta» posterior a su carnívoro
festín.
Por la noche se ocultan en
madrigueras permanentes que cavan con las enormes uñas de sus dedos, las cuales
utilizan también para abrir hoyos de metro y medio de profundidad, donde las
hembras depositan sus huevos.
La eclosión de estos se produce a las
ocho semanas y su número varía entre siete y treinta, dependiendo de la edad de
la hembra. Cada dragón puede vivir hasta doce años; sin embargo, uno
domesticado y llevado al zoológico de Frankfurt alcanzó una longevidad de
catorce años.
Logran treparse en los árboles
gracias a una serie de placas con celdillas en forma de gancho que tienen bajo
sus dedos. Los dragones jóvenes, cuyo color de piel es más oscuro y tiene
manchas más intensas, lo mismo que bandas verticales verdosas en el cuello, que
desaparecen en el adulto, son los especializados en esa destreza. Los mayores
prefieren pasear por las playas e incluso nadar.
Su imponente presencia y su
aterradora mirada, permitieron su descubrimiento. Durante mucho tiempo, la
selva monzónica de Komodo y las demás islas permanecieron deshabitadas.
Esporádicamente pescadores de perlas, cazadores de tortugas o criminales
desterrados de la isla de Sumbawa eran pobladores obligados de estas tierras.
Llenos de pánico relataban luego su
encuentro con fieras prehistóricas similares a dragones. El incremento del
rumor motivó una expedición holandesa en 1910, posteriores estudios del Jardín
Botánico de Java y el bautizo científico del dragón como Varanus Komodoensis.
La primera guerra mundial opacó la
novedad por estos gigantes, pero hoy se ha revivido a causa de la fiebre
mundial por la prehistoria y sus primitivos habitantes. Los dragones de Komodo,
en peligro de extinción, son el único lazo con ese asombroso mundo de los
grandes saurios con el que fantasea Spielberg en su película Jurasic Park.
Revista diners (2019). Conozca el verdadero Jurassic Park (Articulo). Recuperado de https://revistadiners.com.co/viajes/67957_conozca-el-verdadero-jurassic-park/



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